Rusia, el proveedor de hasta el 33% del gas de la Unión Europea, ha puesto en alerta a los mercados energéticos tras iniciar una invasión militar sobre Ucrania. Los precios de los futuros del gas en el mercado neerlandés, que es el referente de la región, se llegaron a disparar ayer hasta un 60% impulsados por el miedo a un corte de suministro por parte del Kremlin. Moscú intentó ayer disipar las preocupaciones y señaló que los flujos de suministro continuarán con normalidad.
No obstante, advirtió que esto podría cambiar si Occidente saca al país del sistema Swift, una red que permite a los países realizar transacciones monetarias internacionales, sin la que las empresas rusas no podrían recibir pagos de sus compradores. La amenaza llega en el contexto de un inventario anormalmente bajo en las reservas europeas, desatando el miedo a drásticas subidas en los precios que podrían impactar en la producción de energía e incluso provocar posibles apagones.
El Kremlin tiene más influencia energética sobre algunos países que sobre otros. Según datos de Eurostat, en Alemania, la principal economía del bloque, las importaciones rusas suponen entre un 60% y un 65% del total del gas consumido, mientras que en Italia ronda el 40%. España y Francia están en una situación diferente, aunque siguen siendo vulnerables ante las subidas de precio del mercado, las importaciones del Magreb protegen a sus sistemas.
Un hipotético corte de suministro afectaría de forma diferente a cada país de la región. En los países menos dependientes se anticipa que la escasez ocasione subidas en el precio de la electricidad, la calefacción y de los productos de industrias dependientes del gas natural. Sin embargo, en los países más dependientes, el mix energético podría quedar desabastecido en parte, lo que los obligaría a gastar sus reservas o importar energía de otros países europeos para evitar el colapso en sus sistemas, que incluso podrían llegar a producir apagones en algunas áreas.
La red rusa
Rusia cuenta con una gran red de gasoductos que conectan sus campos de gas con Europa, sobre todo a la región conocida como el Baumgarten, que abarca Alemania oriental, Austria y los países de Europa del Este. La mayor parte de sus envíos transitan por la red de conocida como el Corredor Ucraniano, compuesto principalmente por los gasoductos Progreso, Kiev-Ucrania del Este y SDKRI. Fuera de esta vía, destacan el Nordstream, una gran tubería que conecta los campos rusos con Alemania a través del Báltico; el Yamal-Europa, que atraviesa Bielorrusia y Polonia para llegar a Alemania, y el TurkStream que llega a los países al este del Adriático.
Sustitutos
Europa tiene opciones para mitigar el impacto. Alemania, por ejemplo, podría abastecerse a través de gasoductos desde Noruega, los Países Bajos o Gran Bretaña. Sin embargo, no se sabe en qué medida esto será suficiente, puesto que Noruega, que es el segundo mayor proveedor de Europa, ya envía a su máxima capacidad. El sureste de Europa, por otra parte, podría recibir gas desde Azerbaiyán a través del gasoducto Transadriático y del gasoducto Transanatolio. Si esto se llega a negociar, serían capaces de redistribuir estas importaciones entre sus vecinos a través de las interconexiones existentes.
Las importaciones de gas natural desde Estados Unidos, Australia, Nigeria o Catar son otra alternativa. De hecho, la llegada de los cargamentos de metaneros ya hizo descender el precio del gas en un 56% entre el 21 de diciembre y el 21 de enero. Sin embargo, muchos de estos productores han reconocido que tienen gran parte de su producción comprometida por contratos a largo plazo. Otros como Japón se han ofrecido ya a desviar parte de su demanda gasística a Europa.
También surge el problema de cómo alimentar a la totalidad de la infraestructura europea, puesto que los puntos continentales de regasificación están concentrados en España, Bélgica, Francia y Países Bajos. En este sentido, si Noruega, Azerbaiyán y Argelia no pueden aumentar sus envíos por gasoducto, los territorios con plantas de regasificación tendrían que alimentar a Alemania, Polonia y Austria y los países de Europa del este.
España jugaría, llegado el caso, un papel crucial en esta situación, puesto que es el país europeo con más plantas de regasificación. Sin embargo, sus escasas interconexiones que a penas llegan a Francia harían difícil enviar gas al resto de Europa de forma eficiente.
Dicho esto, no queda claro si estos proveedores podrán sustituir completamente el suministro ruso. Incluso si se usaran las reservas estratégicas, es incierto si la región podrá cubrir en el corto plazo su demanda gasística ni cómo afectaría este agotamiento extremo del inventario a la seguridad energética regional para los próximos trimestres.
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