Bolivia se encuentra en el epicentro de una crisis de combustibles que ha llevado al presidente Luis Arce a realizar un cambio crucial en su gabinete, nombrando a Alejandro Gallardo como nuevo ministro de Energía e Hidrocarburos. Este movimiento se produce en un momento crítico, ya que el país enfrenta graves problemas de escasez de gasolina y diésel. Con la mitad de su gasolina y hasta el 80% del diésel importados, Bolivia está luchando por satisfacer una demanda interna que le cuesta anualmente alrededor de 800 millones de dólares.
La gestión del anterior ministro, Franklin Molina, fue objeto de fuertes críticas, y la situación se tornó insostenible, con sindicatos y comerciantes listos para manifestar su descontento en las calles de Cochabamba. El presidente Arce ha subrayado la importancia de los cambios en el gabinete, afirmando: “Cada cambio representa una oportunidad para resolver varios problemas que enfrentamos”. Sin embargo, la pregunta que persiste es si este nuevo liderazgo podrá ofrecer soluciones efectivas ante un problema tan arraigado.
La administración de Arce se enfrenta a múltiples desafíos, incluido el impacto de años de disminución en la producción de petróleo y gas. Esta disminución no solo ha afectado las exportaciones, sino que también ha mermado la principal fuente de divisas del país, amplificando la crisis energética y alimentando la frustración de la población. Con las protestas convirtiéndose en una frecuencia habitual desde principios de año, la presión sobre el nuevo ministro Gallardo es palpable.
A pesar de la adversidad, el gobierno ha prometido buscar nuevas vías para disminuir la dependencia de combustibles importados. El presidente ha mencionado la posibilidad de importar suministros de Rusia y ha revelado planes para inversiones significativas en un nuevo «mega campo» de gas natural descubierto por la empresa estatal YPFB. “Estamos buscando reducir la dependencia de los combustibles importados tomando acciones que nos permitan diversificar nuestras opciones”, afirmó Gallardo, generando cierta esperanza en un contexto incierto. ¿Podrá este cambio de ministerio ser el primer paso hacia una solución sostenible?