La industria minera se encuentra en una encrucijada, y BHP, la mayor empresa del sector a nivel global, ha lanzado una advertencia que no puede ser ignorada. A medida que el mundo avanza hacia una mayor adopción de la inteligencia artificial (IA), el aumento en la demanda de este metal esencial podría generar una grave escasez de cobre. Con proyecciones que sugieren que la IA podría aumentar la necesidad mundial de cobre en 3,4 millones de toneladas anuales para el año 2050, este asunto plantea interrogantes sobre la capacidad de la industria para satisfacer un apetito energético que crece a pasos agigantados.
La directora financiera de BHP, Vandita Pant, ha indicado que, aunque actualmente los centros de datos representan menos del 1% de la demanda de cobre, esta cifra podría escalar a un alarmante 6% o 7% en las próximas tres décadas. Este crecimiento no solo refleja la proliferación de tecnología basada en IA, sino también la intensidad con la que estas soluciones requieren energía y, por ende, materiales como el cobre para facilitar su funcionamiento. Un análisis de Colin Hamilton, analista de BMO Capital Markets, complementa esta advertencia, señalando que aunque los centros de datos pueden estar consumiendo menos cobre, la necesidad de transportar electricidad hacia ellos sigue impulsando la demanda del metal.
BHP no es ajena al desafío de la escasez de cobre, y su reciente actividad en el mercado refleja una carrera por asegurar el acceso a este recurso crítico. Tras la adquisición de Oz Minerals por 3,000 millones de dólares, así como su fallida oferta de 49,000 millones de dólares por Anglo American, se vuelve evidente que el cobre es ahora un objetivo prioritario para el gigante minero. La necesidad de asegurar una posición de liderazgo en la producción de cobre no solo se justifica por los precios en alza, que han ascendido aproximadamente un 23% en lo que va del año, sino también por la inevitabilidad de un mundo cada vez más electrificado que depende de este metal para desarrollar tecnologías de vanguardia.
Sin embargo, el panorama no es optimista: las reservas de cobre están disminuyendo a un ritmo preocupante, con una caída del 71% en los inventarios mundiales desde marzo. Además, el desarrollo de nuevas minas no avanza con la rapidez necesaria; por lo general, se requieren 15 años para poner en producción un nuevo proyecto minero. Esta combinación de creciente demanda y limitada capacidad de respuesta plantea una crisis inminente que podría dejar a las industrias clave sin acceso al cobre. En este contexto, el futuro del cobre está atado al avance de la IA y a la habilidad de la industria minera para adaptarse a las exigencias del mañana.