Brasil está tomando medidas significativas para reactivar su potencial en la minería de uranio a través de su Programa de Asociación para la Prospección y Minería de Recursos Minerales Asociados y de Uranio (Prouranio). En un contexto global donde la energía nuclear está resurgiendo como una alternativa clave para reducir las emisiones de carbono, el país busca atraer inversores y empresas mineras para explorar sus vastos recursos, que representan aproximadamente el 5% de las reservas de uranio mundial. A pesar de ser la mayor economía de América Latina y tener el octavo lugar en reservas globales, Brasil produce actualmente una cantidad irrisoria de combustible nuclear.
El interés por el uranio ha cobrado fuerza a medida que los precios han alcanzado niveles históricos, lo que ha revitalizado las ambiciones de Brasil en el sector. La Industria Nuclear de Brasil (INB) está en el proceso de licitación para invitar a empresas internacionales a colaborar en la exploración de yacimientos en varias regiones del país. Según Adauto Seixas, presidente de INB, el objetivo es «avanzar 40 años en cuatro», con un enfoque en áreas que también contienen otros minerales valiosos como cobre y oro. Sin embargo, a pesar del interés, las empresas enfrentan desafíos, incluida la burocracia gubernamental que puede retrasar el desarrollo de proyectos.
A medida que los mineros internacionales comienzan a contactar a INB para asociarse en la exploración de uranio, ya hay ejemplos concretos de avance, como el memorando de entendimiento firmado por OAR Resources de Australia. Brasil produce actualmente 105 toneladas de uranio al año, suficiente para alimentar sus dos reactores nucleares, pero la apertura de nuevas regiones y el éxito de proyectos como Santa Quiteria, que podría contribuir con 2.300 toneladas anuales, son cruciales para convertir al país en un exportador significativo de uranio en el futuro.
Sin embargo, a pesar de la estrategia prometedora de INB, el camino hacia la producción de uranio está plagado de obstáculos. La experiencia de empresas como Galvani, que espera desde hace más de una década por permisos para su proyecto de Santa Quiteria, resalta la necesidad de reformas que permitan una exploración más ágil y efectiva. La ambición de Brasil como «almacén de energía para el mundo» podría depender de su capacidad para abordar estos desafíos administrativos y alinear sus vastos recursos con la creciente demanda global de energía limpia.