En los momentos históricos de grandes dificultades económicas, el comportamiento del oro ha ido a la inversa que el de los activos financieros y ha conseguido un gran potencial de revalorización. La crisis sanitaria en la que nos encontramos no es una excepción de esta circunstancia y el valor del metal precioso marcó máximos en agosto del pasado año con un precio superior a los 2.103 dólares la onza y una revalorización acumulada del 22% en 2020.
En la actualidad, el avance de las vacunas y unas perspectivas de futuro más luminosas -entre otros motivos- han hecho que el oro haya bajado del máximo histórico hasta los 1.700 dólares que marca la onza. ¿Cómo es posible que el oro marque un precio tan alto con semejante dificultad económica?
No se trata de un acontecimiento excepcional. En 1979, año en el que la economía se encontraba sumergida en la crisis del petróleo, el metal precioso se revalorizó un 119%. Asimismo, en la crisis de las hipotecas subprime en EEUU, el oro creció un 9,4% mientras el S&P 500 se desplomaba un 56,4%, según datos extraídos de Refinitiv.
En esa línea, en el desplome de las puntocom la bolsa estadounidense bajó un 49% mientras el oro subió un 12,4%. Por el contrario, mientras el EuroStoxx 50 (índice de referencia en Europa) registró máximos históricos el 6 de marzo del año 2000, la onza de oro se cambiaba únicamente por 287,9 dólares, según gráficos de Bloomberg. Precio que no se situaba tan bajo desde el año 1978.
La inflación es uno de los grandes desencadenantes para que el oro tenga tal potencial de revalorización. En periodos inflacionarios disminuye el valor del dinero y el poder adquisitivo del ciudadano. A menudo, también por un aumento del dinero en circulación. Por esto el oro es un activo con el que preservar ese capital que se devalúa si se invierte en activos reales.
El aumento de la oferta de dinero es un problema que antaño quedaba paliado por el patrón oro. Bretton Woods fue el máximo valedor de este sistema tras la II Guerra Mundial. Fijaba el valor de cada unidad monetaria en términos de una cantidad de oro concreta. Se permitía cambiar la moneda por oro y se mantenía una estabilidad de precios, ya que había que se debía mantener un equilibrio entre el dinero en circulación y el oro. Y había una oferta limitada. Este sistema se abandonó con Nixon en 1971.
En toda crisis económica los inversores buscan seguridad y liquidez para preservar el capital. Unos beneficios que buscan en los activos reales, ya que poseen una menor volatilidad y están menos sujetos a decisiones estatales o a circunstancias como la devaluación de la moneda. Simplemente, el inversor puede esperar a revalorizaciones futuras para preservar su capital, por lo que se perciben como activos seguros.
No obstante, y a pesar de invertir en activos reales, la inflación daña el poder adquisitivo y se pierde valor. Es lo que ha ocurrido en EEUU, donde en mayo la inflación se ha disparado hasta el 5%. Por ello, el oro se ve como un activo refugio para preservar el capital.
El metal precioso no se ve influenciado por cuestiones inflacionistas propias, ya que la oferta es siempre limitada, y tampoco es una obligación financiera en la que se depende de la capacidad de pagar de un deudor. Por ello, durante la crisis sanitaria, los inversores han comprado oro aceptándolo como reserva de valor, porque creen que otros inversores lo harían también.
Ventajas y desventajas
Según la gestora de patrimonios luxemburguesa Incrementum, esta materia prima es «un activo muy líquido». En el momento de su venta, es capaz de convertirse en dinero efectivo rápidamente y sin perder su valor.
Asimismo, permite una diversificación de la cartera de inversión, ya que posee poca correlación con otros activos financieros. Asimismo, con los tipos negativos mejora su coste de oportunidad. En cuanto a las perspectivas de futuro de la materia prima, muchos son los escenarios que se han barajado producto de la incertidumbre provocada por la crisis de la Covid-19.
Los analistas de Citibank, anunciaron que elevaban los objetivos a corto plazo para unos 2.100 dólares por onza y en los próximos «seis a doce meses» por encima de los 2.300 dólares por onza, lo que supondría un nuevo máximo histórico. Por lo que parece que los inversores podrían seguir buscando refugio en el oro ante la incertidumbre, la alta volatilidad y la inflación que han generado la abundancia de liquidez y el regreso al consumo tras los episodios más duros de la pandemia.
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