Argentina es el cuarto productor mundial de litio con el 8% del total global y busca acercarse a los márgenes de Chile, que tienen el 22% mundial.
En las salinas de Rincón, Salta, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, la empresa australiana Rincón Lithium opera una planta piloto donde los trabajadores bombean a través de tuberías la salmuera extraída 30 metros por debajo de los suelos montañosos.
Después de refinar la mezcla en sus laboratorios, producen carbonato de litio. La empresa espera extraer 50.000 toneladas al año para 2025, impulsando una actividad que se destina a ser una de las grandes apuestas para el país.
El plan de «atracción» del Gobierno
Pese a la desconfianza que genera entre los inversores por su inestabilidad económica, la Argentina busca seducir a las mineras globales con beneficios impositivos y promesas de seguridad. Por eso el país puso su foco en el metal blando que se usa en baterías que alimentan tanto a los pequeños dispositivos electrónicos como a los automóviles eléctricos.
Algunas de las compañías mineras más grandes del mundo establecieron operaciones en el norte de la Argentina, incluida la australiana Orocobre Ltd -asociada con Toyota Corp-, la minera estadounidense Livent Corp, que proveerá a BMW el mineral para las baterías de sus autos, y la china Ganfeng Lithium Co. Ltd.
Otras firmas como la australiana Argosy Minerals y Posco, de Corea del Sur, consideran una fuente duradera de «oro blanco» al área que es parte del «Triángulo del litio», la mayor reserva internacional del mineral, que el país comparte con Bolivia y Chile.
Para atraer inversiones, el Gobierno bajó el año pasado los impuestos a las exportaciones mineras del 12% al 8% y en abril autorizó el envío al exterior -no estaba permitido hasta entonces- del 20% de las divisas obtenidas por exportaciones de proyectos con inversiones superiores a los u$s100 millones.
La administración busca reducir las emisiones de carbono a la vez que respaldó la creación de una fábrica de baterías de litio por parte de la empresa de energía estatal y planea enviar un proyecto de ley al Congreso para reducir los impuestos a los automóviles eléctricos, que actualmente están fuera del alcance de la mayoría de los compradores locales.
Las provincias mineras como Salta, Jujuy y Catamarca se comprometieron a favorecer la modernización de la infraestructura.
Según Flavia Royón, secretaria de Minería y Energía de Salta, la provincia tiene como objetivo producir 200.000 toneladas de litio anuales a partir de 2025, un volumen casi equivalente a la quinta parte de la producción global esperada para ese año.
Según un reporte de agosto de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), las empresas mineras instaladas en el país realizarán inversiones por u$s2.700 millones, lo que llevaría a la Argentina a casi quintuplicar sus exportaciones para 2025. Los embarques de litio pasarían de las 38.800 toneladas de este año a 175.000 toneladas en 2025, calculadas en más de u$s1.500 millones, de acuerdo con CAEM.
Frente a este escenario algunos especialistas plantean varias dudas. «Argentina tiene los recursos, pero transformarlos en reservas y factibilizar proyectos implica un conjunto de decisiones previas sujetas a un entorno macro favorable y micro estable. Se necesita una serie de reglas claras y estables», afirmó Natacha Izquierdo, analista de la consultora Abeceb, en Buenos Aires.
A nivel mundial, son varios los obstáculos que enfrenta la industria. El desarrollo de tecnologías sustitutas, la ampliación de la oferta global y el menor crecimiento de la economía de China afectaron los precios del mineral.
De forma local, las empresas mineras desconfían de las restricciones al mercado de divisas y los fluctuantes impuestos nacionales y provinciales antes de definir multimillonarias inversiones a largo plazo.
Argentina cuenta actualmente con 62 proyectos de litio, pero solo dos están en producción: los de Livent y Orocobre. La producción de biocombustibles vivió un auge en la Argentina hasta hace cinco años, gracias a la abundancia local de un insumo básico para el biodiésel como es el aceite de soja.
El Estado buscó paliar su recurrente déficit energético tratando de convertir al país en el principal proveedor global de biodiésel. Sin embargo, el cierre de mercados claves como Europa y los Estados Unidos minó en años recientes la confianza en el sector.
Hace 10 años, la Argentina exportaba más de 1,5 millones de toneladas anuales de biodiésel. En el primer trimestre de 2021, los embarques al exterior sumaron solo 267.000 toneladas, según datos oficiales.
Para el Gobierno, parece ser el turno del litio
Mientras el país otorga beneficios al metal, una normativa aprobada hace semanas por el Congreso redujo de 10% al 5% el porcentaje de biodiésel que debe contener la mezcla de diésel en el país, lo que reducirá la demanda doméstica del biocombustible.
Los biocombustibles «van a continuar, solo que el régimen de promoción va a estar más acotado. Vamos a buscar herramientas que apunten a otros combustibles que entendemos son lo que se viene, que generan cero emisiones contaminantes, que son básicamente el hidrógeno y la batería de litio», explicó el ministro de Producción, Matías Kulfas.
La principal apuesta de la Argentina pasa hace años por la formación de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta, que parece nunca despegar, si bien el litio no compensaría la escasez energética del país, su creciente uso y exportación podría ayudar a equilibrar la balanza comercial.
Mientras que los proyectos de Livent y Orocobre están en proceso de ampliación gracias a inversiones por 1.000 millones de dólares, otros como el de Caucharí–Olaroz, en el que Ganfeng y Lithium Americas invirtieron u$s 641 millones para producir 40.000 toneladas, comenzarían a producir en 2022.
«Definitivamente, el litio va a reemplazar a los biocombustibles», completó Alejandro Moro, gerente general de Rincón Lithium, según una nota de americaeconomia.com.
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