El repunte del oro impulsado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China genera una creciente ola de mineros ilegales que se adentran cada vez más en zonas frágiles de regiones como el Amazonas en América Latina y partes de Sudáfrica.
El metal amarillo ha avanzado 18% en tres meses a su nivel más alto en seis años. Si bien eso es una buena noticia para los mineros, provoca una explosión de prospección ilegal que ha incrementado el tráfico de drogas y el crimen organizado en algunas de las principales regiones productoras de oro del mundo.
En los terrenos indígenas yanomami ubicados en la frontera de Brasil con Venezuela, la cantidad de mineros ilegales se ha multiplicado por diez desde diciembre a 20.000, según el Instituto Socioambiental, que monitorea grupos nativos. Los mineros se sienten envalentonados por el discurso del presidente Jair Bolsonaro sobre la riqueza mineral del área y por autoridades que han bajado la guardia. Pero el riesgo no sería tan atractivo sin un aumento de los precios.
Cuando los precios suben, “no es solo la extracción de oro lo que aumenta”, comentó Livia Wagner, autora de un informe de 2016 de Global Initiative Against Transnational Organized Crime. “También la demanda de trabajadoras sexuales, mujeres y niñas, el uso descontrolado de mercurio, los asesinatos de indígenas y la llegada de carteles del crimen bien organizados”.
En general, los mineros se consideran ilegales cuando no obtienen los permisos adecuados, trabajan en áreas protegidas en materia ambiental, usan maquinaria pesada sin supervisión, no pagan impuestos o emplean trabajadores sin contratos laborales.
Contaminación asociada
Un tercio del oro exportado desde América Latina en 2013 fue extraído ilegalmente, según el informe de Wagner. El valor en aquel entonces: cerca de US$ 6.900 millones. Mientras tanto, el costo para las comunidades locales es lo que realmente se hace notar, comenzando por el medio ambiente.
El mercurio se mezcla con oro para eliminar impurezas naturales recogidas junto con el metal precioso por pequeñas operaciones mineras. Los dos elementos forman naturalmente una amalgama que se calienta. Cuando el mercurio se disuelve, el resultado es oro prácticamente puro.
Pero el proceso de calentamiento libera gases nocivos y los restos de mercurio contaminan los suelos y las hidrovías locales.
Las pequeñas operaciones auríferas vierten más de 30 toneladas de mercurio en ríos y lagos de la región amazónica cada año, según un estudio del Carnegie Amazon Mercury Project citado en el informe de Wagner. La exposición al mercurio puede causar cáncer, daño neurológico, estado de choque e incluso la muerte.
“Los animales están muriendo, los peces están muriendo, el río está contaminado con mercurio y el mercurio está dañando la salud de los yanomami, causando dolores de estómago y diarrea”, señaló Dario Kopenawa Yanomami, vicepresidente de la asociación Hutukara que representa a la comunidad indígena. “Eso está sucediendo actualmente”.
También ha habido un gran aumento de la malaria en la región, de acuerdo con Kopenawa. “Estamos sufriendo”, lamentó. “Sufrimos por las amenazas, sufrimos por el peligro, sufrimos de la salud. Es demasiado”.
Amazonía explotada
El uso indiscriminado de mercurio por parte de mineras de oro alrededor de Puerto Maldonado en Perú, sexto productor mundial de oro, destruye la exuberante vegetación de la Amazonía.
A través de los años, las mineras han arrasado con un área de la Amazonía peruana que es casi cinco veces mayor que Manhattan. En tanto, el gobierno de Perú ha tenido un éxito limitado en la contención de la minería ilegal, pese a las redadas de las fuerzas armadas. Más del 90% del oro que sale de allí se extrae ilegalmente, pero hasta ahora el gobierno ha formalizado a solo 5.000 mineros de los 300.000 que operan en el país, según estimaciones de la consultora de Lima Macroconsult.
En general, es probable que haya alrededor de 2.300 sitios donde se lleva a cabo la minería ilegal dentro y alrededor de la selva amazónica, la mayoría en Venezuela, según la base de datos Amazonía Saqueada que incluye datos compilados por una gran asociación de grupos no gubernamentales.
Sin embargo, los problemas con la minería informal no son exclusivos de América Latina.
En Sudáfrica, por ejemplo, las mineras ilegales son una ley en sí mismas. Los sindicatos criminales se llaman “zama zamas”, un nombre en zulú que significa “arriesgarse”. Están armados y suelen cavar en pozos subterráneos donde extraen al margen de la ley durante días o incluso meses, según James Wellsted, vocero de Sibanye Gold.
El organismo industrial Minerals Council South Africa estima que 14.000 personas participan en estos sindicatos y el comercio de metales preciosos extraídos ilegalmente se calcula en unos 7.000 millones de rand (US$ 470 millones) al año.
“Enfrentarlos bajo tierra podría provocar muertes”, aseguró Wellsted por teléfono. “También hay un impacto ambiental y social más amplio. Son una fuente de terror en algunas de las comunidades alrededor de las minas”.
Estas escenas eran pan de cada día en Puerto Maldonado, capital de la región peruana de Madre de Dios, indicó Fred Inti, empresario y vicepresidente de la Cámara de Comercio de la ciudad. Los intentos del gobierno de tomar medidas enérgicas contra la minería ilegal no han impedido que personas desesperadas se sumen a esta práctica.
“Se han alejado de las áreas mineras tradicionales y se adentraron en el Amazonas”, aseguró Inti. “Trabajan en lugares donde la ley no puede alcanzarlos y no les importa si se trata de áreas protegidas”.
Mientras haya compradores de oro en ciudades como Miami y Moscú, “la extracción ilegal de oro seguirá prosperando”, sentenció.
Fuente: Radio Pauta