La industria del cobre se tambalea frente a un abrupto descenso, con los precios cayendo a mínimos no vistos desde el 9 de mayo, ubicándose en 9.865 dólares por tonelada, por debajo del nivel clave de 10.000 dólares. Las elevadas expectativas de demanda para este metal esencial en la electrificación no se han materializado en un aumento en el consumo, lo que ha provocado una situación de incertidumbre en el mercado.
El cobre ha sido testigo de máximos históricos en las bolsas de Londres, Shanghái y Chicago en los últimos meses, generando grandes expectativas. Sin embargo, pese a estos hitos, ha experimentado un retroceso en la LME, aunque aún acumula un aumento del 15% en lo que va del año.
La problemática se ve agravada por el incremento de los inventarios tanto en China, el principal consumidor mundial de cobre, como en la LME. Esta situación ha llevado a los vendedores a pagar a sus clientes chinos por la escasez de cobre, un cambio significativo con respecto a la dinámica anterior de recibir una prima sobre el precio de intercambio.
Paralelamente, se observa un cambio en las inversiones, con más fondos vendiendo cobre y adquiriendo aluminio, que ha experimentado un aumento del 11% en el año. Esta situación también afecta a otros metales básicos, como el níquel, el zinc, el estaño y el plomo, que han experimentado diversos grados de disminución en sus precios. La incertidumbre reina en el mercado del cobre y metales afines, señalando un período de ajustes y reevaluaciones en el horizonte.