Redacción Canal Abierto | El litio es un mineral que se ha convertido en el corazón de la transición energética global frente al agotamiento de los combustibles fósiles, por un lado, y a las consecuencias ambientales que provoca su uso, principalmente el cambio climático y los impactos de su extracción.
La tecnología del litio es utilizada para la fabricación de baterías recargables para la electrónica y la automovilidad para almacenar la energía eléctrica. En estas se emplea como electrolito una sal de este mineral (carbonato de litio o cloruro de litio, principalmente). El cambio de las matrices energéticas hacia fuentes renovables y limpias precisa de las baterías de iones de litio.
En las cuencas de salares de la Puna altoandina de nuestro país y de los vecinos Chile y Bolivia hay gran cantidad de este mineral que se encuentra disuelto en las salmueras de estos humedales de altura. El 53% de las reservas mundiales de este nuevo “oro blanco” se encuentra en el denominado “Triángulo del Litio” que comparten las tres naciones.
De esta forma vemos un primer y violento cruce: de una de las regiones con la población más postergada de nuestros países sale el mineral que precisan, por ejemplo, la automotriz Tesla, del varias veces millonario Elon Musk, o el plan de la Unión Europea para reducir drásticamente su automovilidad de base fósil y su reemplazo por vehículos eléctricos.
Según un informe publicado por la Agencia Internacional de Energía (IEA) en 2021, la demanda mundial del litio aumentará 42 veces si se cumplen las proyecciones de emisiones 0 para 2040.
“Todos los salares en la Argentina están pedimentados. La normativa minera permite que los salares se pedimenten y pasen a manos de un capital transnacional o privado, son dueños y a partir de ahí lo pueden vender, comercializar, explotar. Catamarca tiene 25 años de explotación, extracción y exportación de hasta el último gramo de carbonato de litio extraído, pero es la tercera provincia más pobre del país”, explica en diálogo con Canal Abierto Melisa Argento, doctora en Ciencias Sociales de la UBA y licenciada en Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Rosario, integrante del Grupo de Estudio en Geopolítica y Bienes Comunes, un colectivo multidisciplinario que hace más de 10 años viene trabajando la cuestión del litio.
En el podcast “El fin del litio” se menciona la idea de un espejismo verde. Con la transición energética el litio aparece como la estrella del momento, ¿qué hay de espejismo y qué hay de realidad? ¿Qué pasa con las comunidades que viven inmersas en ese espejismo?
-El podcast que mencionas es parte de una campaña del grupo de Geopolítica y Bienes Comunes (GyBC) junto a la Fundación Rosa Luxemburgo y la Asociación Civil SEDi, con la realización de Vaca Bonsai. Allí hablamos de espejismo verde… Me parece una imagen interesante.
¿Qué hay de espejismo en relación al litio hoy? Todo, sobre todo en Argentina, porque la gran mayoría de las cosas que se impulsan desde los medios hegemónicos son mensajes en donde el litio es el mineral estrella, el recurso salvador del país, de la economía, el recurso del futuro, el material necesario para la transición energética, etc. Y, efectivamente, el litio es necesario para una transición energética, en eso no hay discusión, eso sería parte de la realidad. El problema es que es un espejismo en tanto y en cuanto lo que se impulsa es más “capitalismo verde”, es más “greenwashing”. Nosotros hablamos de neocolonialismo, sobre todo en los territorios porque lo que se impulsa es una extracción a gran escala en todo el territorio nacional, pero principalmente en la denominada región del “triángulo del litio” que abarca la Puna argentina –las provincias de Catamarca, Jujuy y Salta–, fundamentalmente en los salares, que es donde están activos y en marcha los proyectos de extracción del carbonato de litio.
Si uno hace foco en Catamarca, tras más de dos décadas de extracción de litio y otros minerales, es una provincia con un perfil claramente minero y sigue siendo la tercera provincia en el ránking de pobreza del país.
Ahí podemos empezar a desmontar algunos núcleos duros de las promesas referidas a la minería y el extractivismo: que genera empleo y saca a los países de la pobreza sólo por el hecho de poseer el recurso.
El litio y las corporaciones
La empresa Livent Corporation –con oficinas centrales en Filadelfia, Estados Unidos– desde 1996 opera el proyecto Fénix en el Salar del Hombre Muerto (Antofagasta de la Sierra) en la provincia, uno de los dos proyectos que actualmente están en etapa productiva. El otro es Sales de Jujuy que extrae el mineral del salar de Olaroz y es propiedad del Grupo Allkem Limited –con sede en Brisbane, Australia– en sociedad con la japonesa Toyota y la empresa estatal JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado), que participa del 8,5% del emprendimiento.
“Los principales demandantes del litio son las corporaciones globales ligadas a la producción de baterías para la electrónica de consumo y la que más demanda ahora –y en un futuro lo será aún más– es la de la electromovilidad. Hasta el último gramo de litio que se extrae de nuestro país se exporta: la producción actual está en el orden de las 37.000 toneladas anuales.
Se exporta con problemas. ¿Cuáles son los problemas? En el orden estrictamente económico, las empresas no dejan nada. Dejan un 3% del valor de lo extraído en boca de mina en concepto de regalías; de lo cual se devengan incontable cantidad de costes de las corporaciones que están regulados por la Ley de Inversiones Mineras sobre los cuales, además, la Nación les otorga un reintegro en concepto de subsidio a la actividad lo cual básicamente hace que el margen de captación de rentas estatal sea magro, tirando a nada, más aún si se lo pone en relación con las ganancias de las corporaciones.
En los últimos 10 años, el precio de la tonelada de litio escaló de una manera exponencial, pasó del orden de los 10.000 dólares hasta los 70.000.
El año pasado, la AFIP detectó que la empresa Livent subfacturó el mineral exportado: cuando la tonelada estaba en el orden de los 53 mil dólares, la empresa lo estaba facturando a 20 mil a su casa matriz. En el informe del año pasado de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) sobre captación de rentas en torno al litio, hacen un análisis regional y plantean el caso Livent en Catamarca. Finalmente, la AFIP toma cartas en el asunto y se provoca un escándalo, con represalias para la empresa.
Otra cuestión es que el litio no tiene ningún tipo de encadenamiento productivo, agregado de valor o industrialización. Básicamente, la faena extractiva consiste en enormes piletones que se ubican en los márgenes de los salares hacia donde es bombeada la salmuera que se extrae a través de perforaciones en el salar. Luego es pasada de pileta en pileta mientras se va haciendo el proceso de purificación. El litio se encuentra combinado con otros recursos evaporíticos en las salmueras y hay que hacer la separación, lo que en minería se denomina lixiviación que utiliza químicos, pero sobre todo utiliza mucha agua dulce.”
Subfacturación
Según datos de la Agencia de Recaudación de Catamarca (ARCA), la empresa Livent habría subfacturado el Litio que se extrae en el Salar del Hombre Muerto por un 843% menos en comparación con el mineral extraído en Jujuy. En concreto, el precio por kilo de litio catamarqueño registrado en la Aduana antes de exportarlo fue de U$S 6,41 mientras que Jujuy lo había vendido en U$S 54,07, reveló en 2022 el diario provincial El Ancasti.
“La minería del litio es una minería de agua”
“La minería del litio es una minería de agua. Este es el mayor impacto ambiental. Por un lado, la salmuera se extrae a una velocidad mucho mayor a la del tiempo de recarga hídrica de los propios salares. Estos conforman cuencas endorreicas, porque son cerradas, y el ingreso de agua es por precipitación –escasa en estas zonas desérticas– o por deshielo de los cerros de la zona periglacial. Este ingreso de agua es muy lento y el egreso es por evaporación.
Luego, en los territorios hay pozos surgentes de agua dulce que son precisamente de los que viven los animales, las pasturas, la población y de los que dependen los trabajos de la economía campesina de pastura y ganadería. Las mineras bombean el agua a una velocidad mucho más rápida que la del tiempo de recarga hídrica de esas cuencas acuíferas y provocan un progresivo stress hídrico en la zona.
El carbonato de litio para grado batería necesita tener una pureza del orden del 99,7%. En ese proceso, al bombeo de las salmueras y la extracción de agua que se va evaporando necesitas después agregarle agua dulce.
Acá empiezan las controversias. Las empresas contabilizan como utilización de agua sólo el agua industrial (el agua dulce), que es la que usan para la purificación. En realidad el agua que están utilizando es toda: la que se está bombeando del propio salar más la que se le agrega. Es muy difícil establecer los índices de utilización de agua para la minería extractiva de litio porque depende de muchos factores que varían de salar en salar –condiciones climáticas que afectan el tiempo de evaporación, grado de concentración en que se encuentra el mineral, tipo de combinación con otros recursos evaporíticos y dificultad para separarlo, etc.
Las estimaciones de las propias empresas hablan de una utilización de agua de 900.000 litros por tonelada de carbonato de litio. Según estudios de la ingeniera química Ingrid Garcés Millas –investigadora de la Universidad de Antofagasta, Chile– en el desierto de Atacama, ella contabiliza dos millones de litros de agua por tonelada de carbonato de litio procesado”.
Salares privatizados: hecha la ley…
El Pedimento es la solicitud de una empresa o persona que “descubre” un yacimiento mineral a la autoridad minera de la jurisdicción donde se ubica la concesión que desea constituir.
“El principal problema que enfrentamos es el marco normativo. En Argentina tenemos: un Código de Minería de los años 80, reformulado en el neoliberalismo menemista; la Ley de Inversiones Mineras de 1993 que es la que le da todo el poder de agencia y de dueñidad a las corporaciones; y por último, la reforma constitucional del 94 que provincializó los recursos y entonces las provincias son las que pueden otorgar estos pedimentos.
El código establece que una persona, un privado, un “descubridor” puede realizar pedimentos y a partir de este momento es dueño. Entonces, aparecen muchas empresas junior que se instalan en el territorio con pedimentos, hacen exploraciones y luego comercializan con las grandes empresas con capacidad y know how, con la técnica para poder hacer el proceso de purificación y luego exportar.
Hoy casi todos los salares del país están pedimentados. Hay dos proyectos activos que ya mencionamos, tres te diría porque Exar S.A. (empresa conformada por Lithium Americas Corp, Ganfeng Lithium y JEMSE) en el Salar Cauchari – Olaroz ya empezó, pero tenés 60 proyectos en carpeta en las tres provincias mencionadas a las que se agregarían actualmente La Rioja, San Juan y la zona patagónica.”
La escala del impacto
“Según las proyecciones de algunos sectores empresarios y políticos se intenta pasar de unas 37.000 toneladas de exportación actuales a unas 300.000 toneladas anuales”, explica Argento.
“El problema es que todo esto se hace sin estudios de impacto ambiental integrales. No existen en nuestro país estudios de impacto ambiental que evalúen el conjunto del impacto que podría tener esta escalada exponencial de extracción del litio. Las empresas realizan sus informes determinando un área de incidencia, de influencia, pero no existen estudios que evalúen lo que se llama impacto ambiental acumulativo o integral, que evalúen qué pasa con los ecosistemas en su conjunto.
A esto se le suma que los salares son humedales altoandinos, o sea que estamos en el centro de la disputa vinculada con la ley de humedales y una de las presiones más fuertes para que esta ley no salga es el lobby minero vinculado al litio con los gobernadores a la cabeza.”
Impacto social
“No existe impacto meramente ambiental, obviamente también es social. En estos territorios, las poblaciones que los habitan son comunidades campesinas indígenas, auto identificadas como tales e inscriptas a partir de que el Estado lo reglamentó (en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas del INAI según lo establece la ley 26.160). Son comunidades coyas y atacameñas en el caso de las Salinas Grandes, en Jujuy, y atacameñas en el caso del Salar del Hombre Muerto, en Catamarca. Son poblaciones con necesidades vitales no resueltas y que precisan acceso a recursos, trabajo y servicios. No tienen gas natural, no tienen electricidad”, plantea Melisa quien en sus investigaciones aborda el extractivismo y la conflictividad socio-territorial en América Latina y la relación entre Estado y Movimientos Sociales.
“Estas comunidades son habitantes milenarios de estos territorios, preceden en mucho a la conformación de los estados nación. Es una región que fue históricamente habitada por poblaciones indígenas.
La minería se asienta sobre estos territorios que ya han sido excluidos de las garantías de protección social del Estado, que son frágiles, y desde el primer momento, con promesas de trabajo y desarrollo, divide los posicionamientos de las propias poblaciones.
El mayor problema del litio es lo que en teoría social llamamos “conflictos ecológicos distributivos. El problema del uso del agua, los riesgos de sequía de los ojos de agua de los cuales las poblaciones viven, de donde obtienen el agua para sus animales o con la cual riegan sus plantaciones, es lo que en primer lugar marcan estas poblaciones. El uso indiscriminado de agua de manera industrial y a gran escala para la minería extractiva del litio rivaliza con las formas de vida, los trabajos, las actividades productivas de esta población.
Lo que termina pasando es que se fuerza el desplazamiento de las poblaciones que habitan allí, se provocan transformaciones productivas para esta población que habita ancestralmente esos territorios.
Otro riesgo es el de la salinización de las napas de agua dulce porque la forma de extraer las salmueras de los salares puede provocar la mezcla de aguas de diferentes salinidad en las napas subterráneas.
En el año 2011 aparecieron las primeras denuncias de comunidades de los territorios a la minería del litio y allí ya hablaban de ecocidio. En el año 2014, las poblaciones hacen una presentación al Relator Especial de las Naciones Unidas en el que plantean que la minería de agua genera un ecocidio en estos territorios, no sólo por el ecosistema hídrico, por las especies que viven en el salar que están en riesgo como los flamencos, no sólo por los animales y las pasturas de los pobladores, sino, también, porque finalmente ellos se quedan sin su fuente de alimento y trabajo.
En muchos casos también han tenido que ser desplazados porque por ahí iba a pasar el gasoducto de la empresa o la obra para la planta.
La minería genera conflictos y transformaciones socioculturales. Las comunidades plantean la vulneración de los derechos indígenas como el derecho a la consulta previa, libre e informada que establece el Convenio 169 de la OIT. Se han hecho consultas pero no son previas porque lo hacen cuando el proyecto está instalado; no son libres, porque en los casos donde no hubo licencia social, las empresas van a las propias asambleas comunitarias a contar las bondades de los proyectos; y no son informadas porque en nuestro país no hay transparencia sobre la información respecto a los informes de impacto ambiental y a estos las hacen las propios empresas, no hay una neutralidad científica ni un Estado que esté regulando los informes de impacto. Las comunidades están solas y el Estado, en sus diferentes niveles, impulsa y favorece estos desarrollos”.
Afortunadamente, en esta soledad las comunidades construyen resistencias y surgen luchas territoriales y situadas que van mostrando el camino de impugnación al modelo extractivo sea neoliberal o progresista.
Espejismos, baratijas y abalorios
“¿Cuál es el espejismo con el litio? Es un espejismo que trae dólares, porque efectivamente hay toda una normativa que atenta contra eso y reporta magros ingresos a las arcas provinciales y nacionales. Es un espejismo que es una minería limpia por todos los impactos que marcamos en los territorios de sacrificio. Y es un espejismo que lo necesitamos para la transición energética, en tanto y en cuanto la que está ganando la pulseada hoy es una transición de mercado, que está planteando el desplazamiento de los capitales internacionales desde la industria fósil hacia la industria de renovables.
Hay que abandonar los fósiles, el calentamiento global y el cambio climático nos imponen un límite total y absoluto a las maneras en que estamos viviendo, el problema es que no podemos reemplazar la flota automotriz mundial de tracción fósil por una eléctrica porque vamos a destruir absolutamente todos los territorios y además no va a alcanzar el litio para hacerlo”, concluye Argento, quien junto con el Grupo GyBC sostienen que la transición energética debe ser justa y popular, tanto en la relación norte – sur global como de clases.
“No podemos permitir que la minería extractiva se lleve todo el litio para garantizar la transición energética del Norte global mientras las poblaciones que están en los salares y viven ahí padecen injusticia ambiental, y se les destruye su ambiente y su economía”.
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