La lucha contra el cambio climático necesita de ciertos minerales críticos para llegar a conseguir los objetivos de reducción de emisiones que se refuerzan cada día más. En numerosas ocasiones son extremadamente escasos, los denominados como ‘tierras raras‘, y en otros su extracción, producción y procesamiento está concentrada en pocas regiones del planeta. Antaño la lucha era por extraer el petróleo, el gas o el carbón; ahora es el control de las cuencas mineras.
La implementación, las mejoras tecnológicas, de eficiencia y de rendimiento de las energías limpias, pasan por un incremento de la demanda y el uso de estos minerales. Para descarbonizar el transporte por carretera necesitamos el vehículo eléctrico y para impulsarlos electricidad generada con aerogeneradores y paneles fotovoltaicos; todos sin emisiones.
En el caso de los aerogeneradores, además de necesitar materias básicas como el acero, el cobre y el aluminio, poseen imanes en sus rotores que contienen, para mejorar su eficiencia energética, neodimio, disprosio y praseodimio, entre otros. Si diseccionamos los paneles fotovoltaicos, el boro y el silicio son los materiales básicos en su composición, además de plata y, en los casos de lámina delgada, cadmio y teluro.
Aun así, los vehículos eléctricos son los que más demandan minerales. Con la misma tecnología de imanes que los aerogeneradores, las baterías eléctricas requieren litio, cobalto, manganeso, níquel y grafito, por no hablar de los dispositivos internos, que para su elaboración necesitan metales, no tan escasos, pero claves, como el hierro, el cobre o el aluminio.
De hecho, las materias primas básicas, más allá de los minerales críticos más escasos, están sufriendo un fuerte incremento en los mercados internacionales ante el aumento de la demanda. Durante las últimas semanas, materiales como el acero corrugado, el cobre -fundamental para extender las redes de transporte en un futuro electrificado y sin emisiones- o el aluminio han visto como sus precios se han disparado un 78%, un 102% y un 56%, respectivamente, respecto a los mínimos marcados en 2020.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA, por su sigla en inglés), ante el incremento del precio de estas materias primas, ha alzado la voz con datos y previsiones para cumplir los objetivos climáticos. Y es que desde 2010 la cantidad media de minerales críticos necesarios para una nueva unidad de capacidad de generación de energía ha aumentado en un 50%, al haberse incrementado la inversión en energías renovables.
Según el escenario definido en el informe “The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions”, con la hipótesis de cumplir los objetivos del Acuerdo de París, el porcentaje de demanda total en las próximas dos décadas no dejará de crecer. Así, el cobre y las “tierras raras” crecerán en un 40%, entre el 60% y el 70% el níquel y el cobalto y un 90% el litio. Ante estas perspectivas, abren la puerta a los interrogantes sobre la disponibilidad y la fiabilidad del suministro en el mercado global.
Para eliminar la perspectiva del desabastecimiento, en el informe la AIE señala varios puntos vulnerables que pueden restringir el mercado y aumentar la volatilidad en los precios. El primero es la alta concentración geográfica de la producción, puesto que el 75% del litio, del cobalto y de las tierras raras están controlados por tres principales países productores. En los casos extremos, como el de la República Democrática del Congo (RDC) y la República Popular China (RPC), se observa que fueron responsables de alrededor del 70% y el 60% de la producción mundial de cobalto y elementos de tierras raras, respectivamente, en 2019.
Marta Montojo
Otro de los focos es que desde que se descubre un mineral hasta que se realiza la primera producción tienen que transcurrir 16,5 años de media. Esto pone de manifiesto la capacidad de aumentar la oferta de minerales de manera rápida en el caso de una aceleración de la demanda. Conjuntamente, señala que este panorama puede conllevar una pérdida en la calidad de los recursos, lo que revertirá en un aumento de la demanda de energía (el procesamiento de minerales críticos de menor calidad es más ineficiente), además de unos precios al alza y el aumento de emisiones y de los volúmenes de residuos.
Otro hecho en el que hace hincapié es que los activos mineros, en muchas ocasiones, se encuentran en zonas con una alta exposición a los riesgos climáticos. Más del 50% de la producción actual de litio y cobre se concentra en zonas con altos niveles de estrés hídrico. Varias de las principales regiones productoras, como Australia, China y África, también están sometidas a un calor extremo o inundaciones.
También el informe propone soluciones a estos factores de alta vulnerabilidad del suministro de minerales que pueden lastrar el despliegue de las renovables. Dar señales políticas para movilizar las inversiones y diversificar la oferta es el primer paso, agilizando, reforzando y reduciendo los impactos de nuevos estudios y proyectos geológicos nacionales.
Agencias
Complementariamente, la innovación y las nuevas tecnologías emergentes para la sustitución de estos materiales es crucial para aliviar las tensiones en las cadenas de suministro. Por ejemplo, la reducción entre el 40% y el 50% en el uso de plata y silicio en las células solares durante la última década han permitido hacer despegar a la energía solar fotovoltaica.
Por otro lado, no hay que olvidar, como viene siendo tendencia, el fomento de la economía circular y el incremento en los ratios de reciclaje de estos minerales. Según las estimaciones de la IEA, para 2040, las cantidades recicladas de cobre, litio, níquel y cobalto de las baterías gastadas podrían reducir las necesidades combinadas de suministro primario de estos minerales en aproximadamente un 10%.
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