Desde fines del siglo XIX, en Bolivia se posicionó la denominada “era del estaño” que piloteó la economía del país durante 100 años. Los primeros cincuenta años, con grandes empresarios privados a la cabeza, la otra mitad del siglo, con la empresa estatal dirigiendo la minería de este metal.
Bolivia llegó a ser el segundo productor mundial de estaño y uno de los grandes empresarios (Simón Patiño) inició un proceso de expansión nunca emprendido por un boliviano. Adquirió las acciones de fundiciones europeas, las acciones de empresas productoras de estaño en Asia; diversificó su negocio con la compra de medios de transporte, cadenas de hoteles y otras actividades lucrativas. El empresario se posicionó como una de las personas más adineradas del mundo.
El estaño llegó a ser un metal estratégico por su importancia en la fabricación de los recipientes de las conservas, por su uso como envoltorio de muchos alimentos para su distribución y por su participación en la producción de soldaduras de bajo punto de fusión. El Reino Unido controló la producción, el mercado y la industrialización de este metal hasta la incursión de otros países productores de los cinco continentes.
En el comercio de materias primas, los países proveedores de estos recursos enfrentan con desventaja el negocio porque los compradores tienen el poder económico o de la fuerza para imponer sus condiciones. Ante la asimetría provocada por estas relaciones, los proveedores intentaron equilibrarla con el poder de la organización.
En el caso del estaño, organizarse no fue una tarea sencilla. Inicialmente –a comienzos del siglo XX– la producción estaba, íntegramente, en manos privadas; además, las estructuras de costos eran fuertemente diferentes entre un yacimiento y otro. Los depósitos aluviales tenían costos mucho más bajos que los filonianos, porque los primeros se los extrae, mayormente, a cielo abierto; en cambio, los segundos exigen el trabajo en minas subterráneas. A estos factores, se añadía el hecho de que la producción estaba dispersa entre cientos de pequeños productores.
A fines de los años 20, los productores constituyeron el primer instrumento de defensa de sus intereses (Tin Producers Association) ante la oscilación de la demanda y la consecuente volatilidad de los precios del estaño. La principal herramienta utilizada fue el control de la oferta mediante la fijación de cuotas a los productores. Esta medida, sin embargo, no surtió el efecto esperado.
La causa fue múltiple; para empezar, había grandes productores que estaban fuera de la Asociación, luego, la Asociación no tenía la capacidad para forzar a sus asociados a cumplir lo decidido y, finalmente, la ausencia de una acción efectiva de los gobiernos de los principales países productores. Las medidas de cuotas, inferiores a la capacidad de producción de los países, provocaron la retardación de la modernización del aparato productivo y esto puso en serios problemas a los productores cuando la demanda creció.
Recién en 1931, los gobiernos de los países proveedores de estaño se involucraron en la organización de un nuevo ente (International Tin Control Scheme (ITCS) que fue más conocido por su brazo operativo, el International Tin Committee (ITC)). Malaya, Nigeria, Indias Holandesas y Bolivia que controlaban la mayor parte de la oferta de estaño fueron los que dieron este primer paso.
Esto dio una fuerza inesperada a los gobiernos que pudieron ejercer una mayor fiscalización en las operaciones de las empresas y a presionar para una más grande participación en los beneficios de la explotación de los recursos minerales. El ITC duró hasta 1946. Cuando este esquema languidecía, cinco tendencias se concretaban: transferencia de los yacimientos de manos privadas al Estado, las riendas del mercado pasaban de las manos de los productores a las de los consumidores, el grupo inglés perdía poder por la gran presencia de Estados Unidos, se nacionalizaban los sectores minero y metalúrgico y, por último, el estaño iba perdiendo importancia por la aparición de sustitutos.
Acá se destacan dos factores que tratan de neutralizar la fuerza de los productores: la investigación para encontrar sustitutos a la materia prima, cuyo control de producción no está en las manos de los consumidores; la constitución de stocks del recurso para tener un control directo sobre los precios.
La segunda gran guerra dio a Estados Unidos una oportunidad que no la desaprovecharon para constituir un stock gigantesco con el que controló a los países productores durante mucho tiempo. La batalla de Pearl Harbor que permitió, luego, al Japón hacerse con el control de una buena parte de la producción asiática del estaño, presionó para que Estados Unidos obligue a sus aliados a venderle estaño a precios más bajos que los del mercado internacional.
Estados Unidos acumuló un poder desmesurado sobre los gobiernos de los países productores y lo usó. El Comité dejó de tener sentido y, recién, ocho años después de su desaparición, los países productores crearon otro instrumento de control, el Consejo Internacional del Estaño en el que se incorporaron, también, los principales consumidores. Esta nueva entidad duró hasta 1987. Durante su vigencia, se suscribieron, por lo menos, cinco acuerdos entre los países participantes que retratan la urgencia de controlar el precio del estaño bajo los siguientes parámetros.
Constitución de un stock regulador de hasta 20.000 t para sostener los precios (su integración –en metal o en efectivo– según determine el Consejo solo correspondía a los países exportadores); controles de exportación de vigencia trimestral y la fijación y modificación de la franja «óptima» de precios. Los dos últimos instrumentos sólo se utilizarían cuando la reserva reguladora resultare ineficaz.
A fines de los 1980, Estados Unidos puso en venta volúmenes importantes de su reserva y la consecuencia fue el desplome del precio del estaño. El CIE no pudo contrarrestar esta situación, pese a los esfuerzos de los países productores y en 1985, perdió su vigencia.
La organización de los países productores, dueños de las materias primas, es posible. Hay varias condiciones que se deben cumplir: el involucramiento de los gobiernos, la homogeneidad de estructuras de costos, aglutinamiento de la mayoría de la oferta. Pero la política debe ser de anticipación, no de ir a la zaga para que las medidas a asumir tengan opciones de éxito.
El litio nos abre una nueva oportunidad a Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Leamos la historia para aprovechar esa oportunidad, no podemos cometer los mismos errores del pasado. Construyamos el futuro a nuestra medida; pero sabiendo que encontraremos mil obstáculos y que juntos podremos sortearlos más fácilmente que aislados.
*Héctor Córdova Eguívar fue viceministro de Desarrollo Productivo Minero Metalúrgico y Presidente de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), durante el gobierno de Evo Morales. Actualmente es asesor y analista del sector minero y docente universitario.
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