La Carolina, un lugar de ensueño a una hora de la capital de San Luis (Crédito: Prensa Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación)
Como en un viaje por el tiempo, circulando por el camino de los mineros del Siglo XVIII, la localidad ubicada en las sierras puntanas ofrece paisajes incomparables, una gastronomía regional exquisita y vestigios de las comunidades originarias en la Gruta de Inti Huasi, en Antu Ruca. Allí se pueden apreciar pinturas rupestres en Casa de piedra Pintada, junto al cerro Sololosta.
A La Carolina se llega en una hora desde la ciudad de San Luis y se la encuentra en medio de sierras y valles. La zona fue epicentro de la mayor fiebre del oro que se haya registrado en Argentina a finales del siglo XVIII. Aunque las vetas de oro se extinguieron, se mantienen en pie las minas y socavones.
San Luis espera a los turistas todo el año (Crédito: Prensa Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación)
Las casas de piedra conservan aún el aspecto original del pueblo, así como la plaza principal con la clásica iglesia. Sus calles empedradas al estilo de la época, con servicios básicos para el turista: alojamiento, restaurantes e internet gratuito.
La Carolina fue nombrada como uno de los “pueblos auténticos” del país, un reconocimiento reservado a los centros urbanos chicos que cuentan con patrimonio histórico para destacar.
En la zona, la Mina Esperanza guarda los vestigios de un esplendoroso pasado, ideal para el turismo minero y contemplativo, en pleno contacto con la naturaleza. Quienes la visiten serán provistos de la vestimenta adecuada para ingresar al interior de los antiguos socavones.
Los arroyos ofrecen diversión para toda la familia y colores incomparables (Crédito: Prensa Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación)
A medida que se entra en las profundidades de las minas, cuya extensión llega a los 300 metros, se pueden apreciar distintos minerales de la corteza terrestre, formaciones de estalactitas, estalagmitas y fallas geológicas. Una experiencia recomendable para toda la familia.
Sobre la calle principal del casco histórico de La Carolina se encuentra el Bodegón de Oro, una casona antigua de piedra decorada con postales del lugar y con la carta escrita en pizarrones ubicados en sus paredes. Cuenta con una gastronomía originaria de la región, como el guiso minero y sorrentinos de cordero, y una microfábrica de cerveza artesanal, pero con el toque gourmet y la experiencia de larga data de sus dueños.
Hay que disfrutar de la gastronomía originaria de la región (Crédito: Prensa Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación)
En el corazón de la localidad, el arroyo Carolina conjuga en sus aguas tonos verdes, amarillos, ocres y dorados gracias a las mezclas de minerales que arrastra, es un espacio para toda la familia. Por otra parte, la gruta de Inti Huasi propone retroceder 8 mil años para conocer los yacimientos arqueológicos prehistóricos más importantes de América.
Las pinturas rupestres que existieron en el faldón rocoso al fondo de la cueva se fueron perdiendo paulatinamente hasta desaparecer debido a filtraciones de agua en las rocas y las grietas producidas por movimientos sísmicos. Se puede visitar todos los días del año, con entrada libre y gratuita.
La visita a la reserva de Llamas Antu Ruka es uno de los paseos preferidos por los turistas donde podrán interactuar con las llamas y aprender a hilar como lo hacían las comunidades originarias. Con los Cerros Largos, el Valle de Pancanta y las Sierras Centrales en el horizonte, los visitantes descubren costumbres milenarias que se han preservado.
Las llamas de la reserva de Antu Ruka (Crédito: Prensa Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación)
Otro destino de la zona es la Casa de piedra Pintada, una conformación rocosa que fue el albergue de aborígenes. En las piedras inferiores se observan algunos morteros, huella del trabajo diario de las mujeres, donde molían la algarroba, el maíz silvestre y otras semillas. En el lugar se afincaron siglos atrás grupos humanos que dejaron grabadas en las piedras símbolos de su rudimentaria cultura.
Uno de los tres paneles de pinturas rupestres está en la “piedra del cuatro”, como dicen los baqueanos, en la base del cerro Sololosta. Las pinturas son de color rojo, amarillo y blanco, representan círculos con punto central, concéntricos bicolores, contornos de cruz, guardas compuestas y figuras cerradas paraleliformes con puntos o zigzagues de distinto color en la parte inferior. Combinaciones bicolores de figuras formadas por composición de líneas rectas y curvas con áreas internas pintadas, semejan zoomorfos o cabezas fantásticas.
La Carolina, en la provincia de San Luis ofrece opciones mágicas para las familias y los aventureros durante los 365 días del año.
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