Con el inicio de la mina de oro de Buriticá previsto para algún momento del segundo semestre de 2020, Zijin Mining está pronta a convertirse en la primera minera china en explotar en Colombia. En parte su interés se debe a que China es el país con la mayor demanda de oro en el mundo, comprando 1.003 toneladas en 2019.
La de Buriticá, a 100 kilómetros de Medellín, es una de las pocas minas significativas de oro en Colombia, un país donde sucesivos gobiernos han intentado promover la minería, pero cuyo sector ha dependido hasta ahora casi enteramente de tres proyectos de carbón. Las regalías por carbón representan el 88% de las mineras en Colombia, seguidas por las de oro con 5,6% y níquel con 5,3%, según la Agencia Nacional de Minería.
La empresa estatal china abrió sus oficinas en Bogotá en febrero de 2020, después de comprarle el proyecto de Buriticá a la canadiense Continental Gold, que en 2016 obtuvo la licencia ambiental que le permite comenzar la fase de explotación.
Sin embargo, en una década de trabajo, Continental no llegó a iniciar la producción. Esa demora en parte se explica porque la minera canadiense introdujo altos estándares de sostenibilidad social, que harían que el eventual proyecto fuese atractivo para dos frentes que a menudo se contraponen: los inversionistas extranjeros y las comunidades locales. Continental logró esto a pesar de lo frecuentes que han sido los conflictos socio ambientales en Colombia en la última década en torno a proyectos de petróleo, carbón, níquel y oro.
Si bien algunos líderes sociales en este municipio de 7.000 habitantes dicen que el proceso ha tenido altibajos, Continental Gold fue reconocida como una minera que logró relaciones relativamente buenas con las comunidades aledañas al proyecto, algo poco común en Colombia.
Continental asegura haber hecho capacitaciones profesionales, obras de infraestructura, apoyos a proyectos productivos y comenzado la formalización de los mineros artesanales de la zona, para atacar el problema de la minería informal. En 2019 recibió un premio de la Gobernación de Antioquia y fue la minera mejor calificada en el índice de inversión social de la Brújula Minera, una encuesta nacional del sector minero hecha por consultoras y medios de comunicación.
De manera sorpresiva, en diciembre pasado, Continental anunció que estaba en proceso de vender el proyecto de Buriticá a la china Zijin Mining Group, cuya ambición es ser una de las mineras más grandes del mundo para el 2030. Zijin Mining tiene proyectos en 14 provincias de China y en 11 países del mundo, incluyendo el proyecto de cobre de Río Blanco en Perú. Un mes después, el 28 de enero, la junta directiva de Continental aprobó la venta por 1.000 millones de dólares.
«Cuando la gente vio que los resultados de exploración y el tamaño del yacimiento eran reales, y que efectivamente estábamos construyendo una mina y una planta, hubo interés en el activo. En el año 2019 estuvimos en varias negociaciones con múltiples empresas que llegaron a hacer propuestas. Casi todas las rechazamos. Incluso con Zijin Mining hubo una primera ronda de negociación que se rompió, pero ellos volvieron con una propuesta renovada, muy atractiva», le contó León Teicher, ex presidente de la junta directiva de Continental Gold, a Diálogo Chino.
Los observadores del sector y habitantes de Buriticá están a la expectativa de confirmar si Zijin Mining mantendrá los mismos estándares de sostenibilidad social que le dejó Continental.
Después de que Continental recibiera el título minero de Buriticá, sus directivos propusieron emplear unos estándares sociales y ambientales alineados con los de la Corporación Financiera Internacional, el brazo financiero del Banco Mundial.
«La junta directiva de Continental Gold había dado mandato claro de hacer las cosas de manera responsable para que el proyecto tuviera aceptación comunitaria, en parte para evitar el tipo de oposición a la minería que venía dándose en Colombia y América Latina», explica una persona que trabajó con Continental Gold y que pidió omitir su nombre por los reglamentos de la empresa donde hoy trabaja.
La empresa designó ejecutivos con amplia experiencia en sus respectivos campos. Al frente de las operaciones estaba Teicher, que ya había dirigido Carbones del Cerrejón, la minera más grande del país. Su presidente, Mateo Restrepo, había sido consejero de política anticíclica del ex presidente Álvaro Uribe. Su gerente de estándares internacionales, Alexandra Guáqueta, fue una de las cinco integrantes del grupo de trabajo de empresa y derechos humanos de Naciones Unidas y luego directora de posconflicto del proceso de paz con la Farc. Su vicepresidente de sostenibilidad, Carlos Franco, había sido director de derechos humanos de la Vicepresidencia colombiana. De hecho, tanto Guáqueta como Franco habían trabajado con Teicher en Cerrejón.
El resultado de ese trabajo es que Continental fue más allá en su gestión social de lo que la ley le exigía, dice Guillén Calvo, director para América Latina de la consultora Insuco, que creó para la minera una plataforma de información para orientar su inversión social. Sin embargo, aclara, «no todos los cambios se deben a la empresa, sino al trabajo que se ha venido haciendo en territorio de articulaciones público-privadas, que es donde está la clave del asunto».
Una de estas articulaciones es el Plan Buriticá, diseñado por el Banco Interamericano de Desarrollo, la alcaldía municipal de Buriticá y la consultora Jaime Arteaga & Asociados, que apoya articulaciones público-privadas. Ese plan buscaba resolver muchos problemas de un municipio donde prolifera la minería ilegal. Entre 2012 y 2015, la presencia de 20 mil mineros informales desencadenó una profunda crisis social.
«Atacar este problema implicó una constante alianza pública, privada y con comunidades. Para Continental es valiosa esta experiencia porque si no, con las expectativas que genera un proyecto de este tamaño, tendría que solucionarle todos los problemas a la gente del municipio», dice Francisco Montoya, director regional de Jaime Arteaga & Asociados.
Esa crisis social quizás ayudó a que las comunidades percibieran a Continental Gold como un mal menor, que podría ayudar a contrarrestar o eliminar el impacto negativo de la minería informal.
«En Buriticá la dinámica no involucró solo a la comunidad y la empresa. Había este tercer actor, los informales, y esto influyó mucho. La comunidad encontraba beneficios de responsabilidad empresarial que no había en la minería informal. Sin embargo, la empresa minera todavía está en deuda de reconocer las aspiraciones a futuro de las comunidades», dice María Maya, investigadora de conflictos socio ambientales de la Universidad de Antioquia.